Tú no quieres hacer churros.

Si fuera así, habrías buscado a alguien con la receta.

Tú quieres hacer un pódcast.

O quieres que lo haga alguien a quien pagas. O quieres que tu emisora de radio, aunque pequeña, no suene como a megáfono de feria.

Esto tiene mucho que ver con el día en que rompí una carta de amor que me había escrito una compañera del colegio.

Teníamos unos 9 años y yo era completamente idiota. Bueno, no más que el resto de mis amigos, pero eso no justifica lo que hice.

Fue más o menos así:

Resulta que ese día me habían castigado a una esquina de la clase. Creo que ya no se hacen esas cosas, por lo de traumatizar a los niños y eso.

La verdad es que a mí no me queda ningún trauma por el hecho de ser señalado cuando la liaba parda. Que, la verdad, no era muy a menudo. No es que estudiara mucho en esa época, pero educado y formal he sido siempre.

Así que allí estaba yo, en la esquina, de pie, mirando a Don Ángel Monzón, que era mi profesor, explicando alguna cosa. Aunque en esas situaciones lo más habitual era que los amigos te tiraran papeles o cosas así, por lo que el principal objetivo era disimular la risa floja para que el castigo no fuera a mayores.

Fue entonces cuando Don Ángel castigó a una niña de mi clase. Pero no a cualquiera.

A la gorda.

Sé que ahora esto puede sonar un poco bestia, pero así era.

En todo grupo hay roles. Injustos y tal. Pero existen; y reconocerlo nos ayuda a entender la realidad tal y como es y no como nos gustaría que fuera.

Supongo que te estarás preguntando qué narices tiene esto que ver con lo de los churros.

Espera, que ya voy.

Antes, lo de mi compañera.

La gorda.

La verdad es que éramos bastante amigos. Aunque en silencio. Porque ya te he dicho que yo entonces era igual de idiota que los demás, y no quería que mis amigos guays supieran que me llevaba bien con esa chica.

El caso es que la castigaron, igual que a mí, pero no a una esquina, sino a la puerta. A unos tres metro de donde yo estaba.

Imagina la escena: una clase de tercero de EGB en un colegio concertado cualquiera de Madrid en el año 1990. Yo, en una esquina, de pie, y mi amiga-no amiga a unos pocos metros, también de pie. Y toda la clase mirando.

Una clase de esas de 42 chavales. Yo era el antepenúltimo de la lista, solo por detrás de Villagrán y de Zabala.

Total, que va la chica y saca un papel de colorines, muy mono, muy rosa… y me lo lanza.

Yo cojo el papel.

Toda la maldita clase está mirando mientras Don Ángel, que no se ha enterado, sigue hablando. Con su calva, su traje, su corbata y su cigarro.

Yo me pongo muy nervioso.

Lo malo de los dilemas éticos es que te llegan cuando no sabes ni qué es un dilema ni qué es la ética.

Abrí el papel.

La chica me miraba entre nerviosa y emocionada.

La gorda.

Lo abro y veo que es una invitación a su cumpleaños y una especie de declaración de amor. No recuerdo exactamente qué decía pero sí que lo que hice a continuación me acompañará el resto de mi vida.

Rompí la carta en mil pedazos.

Joder. La rompí.

Mis amigos se rieron y me miraron con complicidad canalla. Los gilipollas.

La chica, bueno, nunca he olvidado su mirada.

Y nunca me he sentido más mierda que aquel día.

Pero aprendí una cosa que nunca he olvidado.

No merece la pena hacer lo mismo que los demás.

Yo no quiero hacer churros.

Quiero tener la valentía de hacer algo diferente, mejor, más justo, más bello, más cierto.

Así que tú tampoco quieres hacer churros como los demás.

No quieres grabar un episodio que empiece así: «Hola, qué tal, bienvenido al primer episodio de mi pódcast, en el que voy a hablar con su malditancjwdnsmxlhjclchjnxñcñz».

No. Tú quieres hacer un pódcast.

Antes había escrito aquí cosas como estas:

  • Vivimos en una sociedad hiperconectada, donde la imagen y el texto compiten por captar nuestra atención.
  • En medio de este ruido visual y digital, el sonido emerge como una herramienta poderosa para comunicar, emocionar y diferenciarse.

La verdad es que me da un poco de vergüenza leerlo. Menudo tostón.

La realidad es que la mayoría de la gente no tiene ni idea de contar historias desde el sonido. Se creen que hay que engolar la voz, o que susurrar como si fueran Gemma Nierga en los 90 o, peor, decirte que te vas a hacer rico en 20 minutos gracias al growth y al yin y al estúpido yang.

Si quieres hacer eso, o sea, un maldito churro, no soy tu tipo.

Ahora bien, si lo que quieres es aprender de una vez a contar historias, entonces quizá podamos trabajar juntos.

El primer paso es que me dejes tu mail.

Es aquí 👉 DÉJAME TU CORREO

¿Ya me has dejado tu correo electrónico?

Bien.

A partir de ahora van a pasar dos cosas:

1- Te voy a mandar un correo electrónico cada día en el que te explico cosas que debes saber del audio digital y de la radio. Es el primer paso. Para aprender a crear audio hay que aprender a escuchar.

2- Además de la newsletter, por la que, de momento, no cobro, me pondré en contacto contigo de vez en cuando para venderte cursos y formaciones.

¿Has dicho vender cursos? Sí. Vender. Cursos. Porque todo esto va de que tú y yo salgamos ganando, ¿verdad?

Pero, recuerda, lo primero es que me dejes tu correo.

Es aquí 👉 DÉJAME TU CORREO

Además de los cursos, tienes otras opciones, bastante más caras. Por ejemplo, tener una reunión online conmigo.

¿Y ahí es dónde te contaría mi proyecto, o el de mi empresa, y empezaríamos a trabajar para que pudiera hacer un buen pódcast?

Quieto parao.

Esa reunión sería para ponernos cara y eso, y ver si a las dos partes nos interesa.

Sí, puede que yo te parezca un cretino o puede que no estés lo suficientemente convencido de querer hacer buenas historias. En ese caso, seré yo el que te rechace.

¿Me vas a rechazar? Puede ser.

Y tan amigos.

Así que después de hablar un rato, si vemos que ambas partes podemos beneficiarnos de trabajar juntos, entonces daremos los siguientes pasos.

Que serán más caros, claro.

¿Qué pasos? Hay varias opciones.

Podemos planificar una serie de mentorías online para sacar adelante tu proyecto.

Reserva aquí tu cita conmigo. Son 100 euros

Podemos acordar que vaya a tu empresa, productora, cadena de radio o donde quiera que trabajes ganando una cantidad vergonzosa de pasta para que tenga una sesión personal con tus empleados. Esto es más caro, obviamente.

Aclaraciones:

  • Yo no voy a hacer tu pódcast. Hay un montón de buena gente por ahí que lo hace. Debo advertirte que la mayoría hacen churros, pero también hay profesionales muy fiables. Si no conoces a nadie y esto es lo que quieres, dímelo y te presento a alguien bueno. Bueno de verdad. Además, seguramente le pida alguna comisión, o sea que no te cortes.
  • Lo que sí voy a hacer es explicarte todo lo que tienes que saber para hacer un pódcast. Te voy a hablar de la importancia de contar historias, de que tu pódcast se parezca a una película de Bruce Willis aunque lo que tú quieras sea vender paraguas, del poder de la emoción y de la capacidad del sonido para que una persona pase de un estado de ánimo A a un estado de ánimo B.
  • También voy a acompañarte en el proceso. Voy a contestar tus emails y tus mensajes de WhatsApp, los tuyos o los de las personas de tu equipo, voy a escuchar lo que vas haciendo y te voy a decir la verdad. Es decir, si es un churro o si empieza a ser otra cosa.

¿Y por qué estoy tan seguro? Podría decirte… Te lo voy a decir, de hecho: porque a los 10 años me dormía escuchando a José María García y me levantaba con El primero de la mañana, es decir, Antonio Herrero. Sí, con 10 años. Luego escuchaba a Iñaki con mi madre en la cocina.

Cuando, poco después de romperle la carta a la gorda, iba al instituto, en el Metro no escuchaba música. Lo que oía era la radio. El problema es que no me gustaban las matemáticas, así que no estudiaba mucho. Repetí dos años.

¿Y este fracasado es el que me va a ayudar?

Sí, el mismo. Y fracasado lo será tu abuelo.

Mi único problema es que no me gustaban las matemáticas. Pero sí la radio. Y las palabras. Y se me dan muy bien ambas cosas, la verdad.

Después de unos años turbulentos de los que ya te hablaré otro día, conseguí entrar en la universidad. Periodismo. Y venga sobresalientes.

A los 21 años era becario de una radio de pueblo.

A los 23 era becario de Alsina

A los 25 era becario de la COPE de Federico y Nacho Villa.

A los 26 me hicieron jefe de Informativos de COPE Castilla-La Mancha.

A los 28 me tocó presentar el informativo nacional de la emisora porque Nacho Villa se fue de director general a Radio Televisión Castilla-La Mancha.

A los 29 me nombraron director de Radio Castilla-La Mancha. Y jefe de Informativos y Programas. Cerca de cien empleados. Aquello era una radiofórnmula musical y en dos meses la convertí en una cadena informativa, con sus programas y sus cosas de radio de verdad.

A los 33 años me casé con una mujer maravillosa llamada Almudena.

A los 34 años me echaron de esa radio y me puse a estudiar un Máster en Filosofía y Humanidades. Lo terminé con un trabajo en el que defendía la aspiración ética de la acción política de Adolfo Suárez.

Y empecé a dar clases de radio en la Universidad.

Cuando tenía 36 años nació nuestra hija.

Julieta.

Un día antes de cumplir 40 años defendí mi tesis doctoral en la Complu y me dieron el Cum Laude ese, que menuda alegría se llevó mi madre. Sí, también soy doctor. Pero puedes hablarme de tú.

A los 41 años volví a COPE. Presenté el informativo de Mediodía del fin de semana, los boletines en el programa de Cristina y otras cosas muy chulas.

Entonces exploté.

Pero volví a nacer.

De eso hace más o menos un año.

Desde entonces:

Escribo la newsletter de la que te hablaba arriba

Hago un pódcast sobre radio y podcasting por el que pasa lo mejor de lo mejor.

Preparo cursos y formaciones que a le gente le encantan.

Hago sesiones one to one con personas que quieren aprender a hacer pódcast.

Imparto formaciones en empresas, asociaciones de vecinos, ayuntamientos, cadenas de radio, allá donde creo que merece la pena ir.

Y, por supuesto, sigo dando clases en la Universidad.

Ah, también me he matriculado de otra carrera: Ciencias políticas. En la UNED. Me lo estoy pasando pipa.

Te dejo con eso con lo que suele empezar todo el mundo: la foto. No es que yo sea muy guapo y como tampoco soy entrenador personal, pues no creo que enseñarte mi cara vaya a cambiar nada. Pero como hay gente por ahí que con una mirada sabe si alguien es normal o no, pues te la dejo.

No vaya a ser.

Y ahora que me pones cara, ¿hablamos? 👉 DÉJAME TU CORREO